martes, 20 de octubre de 2009

La loca de la casa

Libro de Rosa Montero que une ficción con realidad… y otros apéndices

La loca de la casa, libro de Rosa Montero, un híbrido o monstruo que nació desde la imaginación de esta escritora española que hace amar a la literatura todavía con más ganas que Romeo cuando le dijeron que no podía casarse con Julieta.

Este libro recoge, anécdotas, consejos para escritores, pasajes autobiográficos que marcaron la vida de la escritora y una serie de textos que parecen ciertos y a la vez no. Rosa Montero parte del título que acaso le dio la misma Sor Juana Inés de la Cruz, quien dijo que la loca de la casa era la imaginación.

Este libro recoge además extractos de la vida de ciertos escritores famosos que apasionados por la literatura, incurrieron en comportamientos y costumbres poco conocidas, algunas agradables, otras no tanto y otras plausibles (no por ser agradables).

Rosa Montero se luce con su manejo de la descripción, además juega con el lector a quien le deja un signo de interrogación bien grande sobre la cabeza, ya que salvo la biografía de los personajes literarios es cierta, lo mismo no puede asegurar sobre su vida que en este libro resulta fascinante. Bueno, toda vida es interesante si está bien contada, ¿no?

jueves, 24 de septiembre de 2009

La columna indecente de Bukoski


Escritos de un viejo indecente, libro que recoge los textos de la mítica columna en el diario OPEN CITY, es un referente para todo aquel interesado en la vida y obra del último escritor maldito de Norteamérica.

“El público toma de un escritor, o de un escrito lo que necesita y deja pasar lo demás. Pero normalmente suelen tomar lo que menos necesitan y dejan ir lo que más necesitan”.
Charles Bukowski



Si queremos conocer un poco más al desarrapado, asqueroso, tierno, rudo, crudo, borracho, agrio, ácido, mordaz, sincero, hijoeputa, enfermo, sicópata, racional, irracional Charles Bukowski, este libro es indispensable, no solo porque aquí se hayan diversas anécdotas del último escritor maldito de Norteamérica, sino porque también se hayan relatos únicos, artículos sobre la actualidad de su país, y opiniones de un personaje que se desarraigó de su tiempo para trascender un poquito más allá de la muerte, aunque no fue su intención.

Escritos de un viejo indecente (Notes of A Dirty Old Man), fue una columna que nació en las postrimerías de la década de 1960, en el periódico underground OPEN CITY. El director de este medio le propuso, mientras se rascaba la barba roja, a un Bukowski cada vez más decadente, si quería tener una columna semanal. Éste aceptó con cierta reticencia, luego el nombre de dicha columna se le vino a la mente después de una de las tantas tardes apostando en el hipódromo. Entonces todo era cuestión de redactar. Se sentó frente a la ventana, cogió la maldita máquina de escribir y las palabras empezaron a evaporarse de los dedos (¿o era el humo de los cigarrillos?) para impregnarse en los periódicos que lo soportaron 14 meses. “Libertad absoluta para escribir, lo que te dé la gana”, decía Bukowski respecto a esta nueva tarea, él que vivía como un animal enjaulado dentro de una sociedad con “valores”, neurótica e infestada de prejuicios.

La columna tuvo tanto éxito que levantó de inmediato el tiraje del dicho periódico, pero la publicidad se hacía aún esperar, y aunque había diversión y peligro en esa aventura, “diversión y peligro no ponen margarina en la tostada ni alimentan al gato. Y renuncias a la tostada y acabas comiéndote al gato”. A Bukowski desde entonces le llovieron cartas de todas partes, le escribían locos que querían ayudarle a escribir, una secretaria le mandaba dinero, además muchos admiradores le tocaban la puerta de su casa para embriagarse con él, también se presentó un sicólogo que supuestamente quería ayudarlo, pero Bukowski le cerró la puerta en las narices. Fue una aventura que para ser tan buena duró poco, porque el animal salvaje cambia de ruta, no se domestica, no se acostumbra a los hombres, quiere la llanura, el horizonte, o simplemente correr al bar más cercano para pedir una cerveza y cortejar a una dama o prostituta, así esté con marido al lado o proxeneta.

En este libro, Bukowski narra con pinceladas de ficción los encuentros desagradables que tuvo con escritores contemporáneos a él. Nombres como Jack Kerouac, Tom Wolfe, Eliot y otros que prefiere no nombrar, se cruzan como gatos negros al que no teme, sino prefiere patear o echarles un par de perros para que no jodan tanto. Asimismo, narra las épocas en las que no tenía dinero, cuando paseaba por un país que pese a estar repoblado desde siempre, parecía inhóspito y todavía lúgubre (quizás porque de las 24 horas, prefería las que no tenían al Sol espiándolo).

La actualidad no se salvaba. Criticaba duramente a los medios de comunicación, a los que protestaban y quemaban todo para arreglarlo todo. A los que seguían el hipismo, a los escritores figuretis que desde siempre en el mundo han sido. Respecto a los medios, por ejemplo, le llegó al reverendo nabo que después de la muerte de John F. Kennedy todos se consideren líderes de opinión, hasta los comentaristas deportivos, a quienes consideraba lo peor de lo peor. “Una bala es más poderosa que mil votos”, dijo al respecto y acotó que no quería escribir sobre aquello, pero aquella situación insostenible acabó por obligarlo.

Escritos de un viejo indecente, también contiene textos que, si el lector prefiere, bien pasarían como anécdotas de borracho o magníficos cuentos que traslucen la genialidad de un aburguesado trabajador que prefirió dejar la oficina de correos y dedicarse a la literatura, con el pleno conocimiento de que corría el riesgo de morirse literalmente de hambre. Ángeles que juegan beisbol, sastres que guardan cadáveres en el baño, borrachos que se enfrentan a la mafia, suicidas potenciales, y él mismo matando filipinos con una máquina de escribir o haciéndole el amor a una tabla de planchar, son personajes que convergían en su mente nihilista, convencido de que la vida merecía ser pateada en el trasero a cada segundo y que aquel hombre equilibrado era el que realmente estaba loco. Como decía Leopoldo María Panero al ingresar al manicomio: “Ustedes son los que están adentro”.

lunes, 7 de septiembre de 2009

domingo, 6 de septiembre de 2009

Eduardo Reyme - Duerme Tranquila Rebecca

Eduardo Reyme comparte su primer libro vía web. Tiene la opción de descarga, recarga y montacarga. Mejor lean el libro...
Duerme Tranquil A, Rebecca

sábado, 25 de julio de 2009

miércoles, 22 de julio de 2009

martes, 24 de febrero de 2009

Rodolfo Hinostroza y el libro de José Miguel Oviedo

En el último Dominical de El Comercio, aparece un artículo del poeta Rodolfo Hinostroza sobre “La poesía del Siglo XX en el Perú”, antología preparada por José Miguel Oviedo, el crítico tantas veces linchado por la fauna literaria peruana.

Rodolfo Hinostroza (RH) trata desde un punto de vista personal el libro de Oviedo que recoge a 21 de nuestros grandes poetas “ampliamente conocidos por la crítica nacional e internacional que van desde José María Eguren hasta Rosella del Paolo, y abarca hasta 6 generaciones”.

RH cataloga de afortunada esta selección, recogidas “a través de notas bibliográfico-críticas que en general mantienen un juicio equilibrado y desprovisto de favoritismos”, con lo cual los quisquillosos respiraríamos tranquilos, pero una línea más abajo afirma que “aunque a veces una deficiente información sobre algunos poetas lo haga resbalar”.

Hinostroza, como poeta que es, resalta que guardar la lucidez en el terreno tan subjetivo como la poesía es casi imposible, menos en el terreno de las complejas personalidades de los poetas. Sin embargo, afirma el poeta, el mérito de Oviedo es “ofrecer un juicio ecuánime sobre tan diversos autores, así como una selección bastante idónea y hasta consensual y previsible de sus mejores poemas”.

Poetas como Eguren, Vallejo, Martín Adán, Oquendo de Amat, César Moro, Sologuren, Eielson, Belli, Blanca Varela, etc, desfilan por esta antología; sin embargo, reclama la presencia de autores como Juan Parra del Riego, Francisco Bendezú, Romualdo, Pablo Guevara, Luis la hoz, Lucho Hernández, Tulio Mora, Jorge Pimentel, entre otros. Reclamo lógico que haría cualquier poeta o lector, pues todos buscarían a sus favoritos, al margen del valor poético (si es que existe).

Para deleite onírico de los peruanos, Hinostroza afirma que la poesía peruana es en conjunto es la mejor en el ámbito latinoamericano, “la más rica, la más moderna, la más exigente y variada” que se ha producido por estas tierras subdesarrolladas. Para darse dicho fenómeno literario en el Perú, Hinostroza plantea una tesis en la que resalta nuestra continua tradición literaria que no sufrió tanto de represiones, exilios, revoluciones, dictaduras y demás estragos propios de América Latina en los últimos cien años.

Hinostroza afirma que nuestra continuidad nos ha dado los poetas que actualmente nos representan, poetas con “una poderosa continuidad de la expresión poética que fue pasando de generación en generación”, pese a que cada generación renegó de la anterior, “algunos polemizan, arman pequeños escándalos y ocasionalmente se agarran a patadas, pero después se reconcilian, reconocen, y se mantiene la unidad en la diferencia que siempre nos ha caracterizado”. (Ya quisiera ver a Alonso Cueto abrazando a Oswaldo Reynoso en un bar de Quilca; o Iván Thays chupando dos chelas en el bar Don Lucho con Los Poetas del Asfalto).

Respecto al estado, Hinostroza le da de taquito a la desidia del gobierno que no se preocupa por sus poetas. No hay premios internacionales que resalten la memoria de César Vallejo, como sí existe el premio chileno Pablo Neruda, o el premio argentino Jorge Luis Borges; no existen subvenciones económicas para los autores; no hay becas; no hay Ministerio de Cultura y, en resumidas cuentas, no hay ese estímulo que sí existe en otros países que valoran el aporte de los artistas dentro de la sociedad. Si Vallejo estaría vivo, seguro igual se moriría de hambre.

Tal vez ese abandono del estado hacia sus poetas, ha creado esos monstruos que remecen la escena literaria de esta parte del planeta. Tal vez este gobierno lo sabe, tal vez todos los gobiernos se ponen de acuerdo; tal vez todos estos gobiernos que abandonaron y abandonan a sus artistas forman parte de una secta secreta que se ha dispuesto hacerle un “bien” a nuestra literatura plagada de autores heroicos, valientes y locos (como diría un cómico ambulante: “Sí, Juan”).

jueves, 8 de enero de 2009

El enigma de París

El enigma de Paris, de Pablo De Santis, novela catalogada dentro del thriller policial, no es otra cosa que una apología al enigma en el más puro de sus estados. Y para ello los doce detectives, los mejores del mundo, han decidido revelar el razonamiento que los llevó a desvelar el enigma a lo largo de sus carreras. Decidiendo que el mejor lugar para hacerlo, es en la gran exposición universal de París, en 1889. Donde todas las maravillas del saber humano se dan cita bajo una novedosa torre de hierro, que representa la luz que espanta la oscuridad de lo oculto.
Sin embargo dicha reunión se verá afectada con el asesinato de uno de los doce, iniciándose lo que pareciera ser el comienzo de una serie de asesinatos aislados, pero que en realidad guardan una relación entre sí. Una lucha que no solo se librará por descubrir al verdadero asesino, sino para sobrevivir a las intrigas que rodea aquel enigma que pareciera desquebrajar los cimientos de aquel club selecto. Todo ello ante la atenta mirada de Sigmundo Salvatrio, el enviado del detective Argentino Renato Craig, quien se encargará de revelar la delgada línea que separa el bien del mal.
Sin lugar a dudas, un merecido primer lugar, y una lectura obligada para los amantes de este género. (Lumaca)